Materializándose

Siempre me ha llamado la atención el proceso por el que una idea pasa primero a ser un plan y luego una realidad, esos pasos mediante lo que está nada más que rondando entre las neuronas se materializa, se convierte en algo anclado a fechas, lugares, sensaciones, y luego en algo palpable y factible. Puede suceder con una amistad, que arranca en el momento en que se conoce a alguien y evoluciona con un lento tejer de hilos que se atan a puntos en común y se asientan con el tiempo. O una idea que luego es un boceto, más tarde un plano y al final un edificio.
El caso de mi temporada de carreras en 2010 arranca cuando supe de la posibilidad del Trofeo de España de Vehículos Históricos a través de un comentario que me llegó a finales de Octubre del año pasado. En principio me pareció algo ajeno, nada más que una idea para promocionar una especialidad costosa en época de vacas flacas. En suma, algo que a otros vendría bien. Pero la idea había prendido en una neurona profunda, y aquella tarde salió a la superficie de modo vago y genérico: “¿Y por qué no yo?, ¿y por qué no como piloto?”. La idea se mantuvo difusa, y todo lo que a continuación hice eran planes poco definidos, que seguían flotando sobre suposiciones. Hasta que en Noviembre un correo electrónico me asomó al borrador del calendario: repentinamente, esa idea genérica tenía fechas y lugares, coordenadas que la fijaban en el espacio y el tiempo. Y así se fueron sucediendo los pasos: la primera foto del candidato a ser el coche de carreras, el presupuesto que se comenzaba a definir, la cita con un candidato a copiloto, llamadas de teléfono y correos electrónicos de empresas de asistencia en carreras, comentarios indefinidos sobre patrocinio.
Para compensar los retrasos en lo que no dependía de mí, como la aprobación del Reglamento Técnico, me centraba en lo más personal: el reconocimiento médico y la prueba de esfuerzo necesarios para conseguir la licencia, saber qué es un blog, cómo se contrata y cómo se rellena, intentando ajustar mis ideas dentro de los formatos posibles.
El tiempo pasaba y con él unas propuestas se materializaban y otras se desvanecían, como el caso de los copilotos. Para quien conduce, un nuevo copiloto es alguien que arranca como un desconocido, con el que semanas después se ha de haber construido una confianza ciega; si el ahora desconocido dice “En el cruce en T giramos a la derecha; peligro a la salida por piedra en el lado izquierdo”, no habrá asomo de duda al girar a la derecha pegados al lateral para esquivar esa piedra que existe de modo indudable solo porque lo ha dicho él. Por eso, cada vez que aparecía un candidato a copiloto evaluaba cómo podría ser nuestra relación o, más aún, la compenetración en la tensión de la carrera y en la tristeza de un revés.
Y en paralelo a esa materialización de algunos planes se desarrollaba el desvanecimiento de otros, de esas posibilidades que se evaluaban y de repente desaparecían. El neumático que busco se ha dejado de fabricar, el candidato a copiloto ha dicho que no, el hipotético patrocinador dice que no es el momento. Y toda la estructura mental organizada alrededor (relaciones, calendarios, reuniones) deja de tener sentido; el número guardado en la memoria del móvil, el correo electrónico conservado con esperanza en el ordenador, pasan de ser una hipótesis que ilusiona a un desengaño al que hay que encontrar una alternativa.
En este tejer y destejer, al final vence lo primero, y lentamente los planes se ponen en marcha. Qué sensación tan gratificante cada vez que se tacha una línea en la lista de asuntos pendientes, cada vez que se hace algo el día en que estaba previsto hacerlo y el resultado es el esperado. Las expectativas son como diagramas de flujo en la mente, llenos de alternativas, de soluciones y de bucles que retornan al principio: “Si Fulanito dice que no, llamar a Menganito. Si ese neumático no llega a tiempo, buscar tal otro en Internet”.
Y a cada paso importante suceden varios pequeños, a cada avance en lo necesario le sustituyen labores prescindibles, pero a las que me dedico con el mismo ímpetu. Si queda tiempo tras una limpieza general del coche, se limpia con detalle. Y se diseña la decoración. Si el blog va tomando forma, se busca una empresa de fotografía deportiva que proporcione las fotos de acción para complementar el dinamismo que se busca en el texto.
Se dice que da igual un equipo de primera fila o uno modesto: siempre se acaba a última hora del último día. En el fondo, el motivo no es la desorganización, si no el afán de mejora, la agotadora necesidad de retocar, pulir, afinar, … En las carreras no solo se va deprisa tras un cronómetro, también se persigue la satisfacción, el orgullo del trabajo bien hecho.


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