Siete semanas y media

Cierto día de Enero, al reconocer que aún no tenía coche, copiloto, asistencia, patrocinador, ni licencia, cogí un calendario y vi que quedaban siete semanas y media para la primera carrera. O seis y media u ocho y media, porque ni siquiera el calendario del campeonato estaba cerrado, y además el Reglamento Técnico no se había confirmado. Este es el relato de cómo llegar a tiempo cuando parece difícil.
Día D-53: El primer candidato a copiloto ha dicho que no. Me pongo en contacto con el segundo. Tengo un coche apalabrado; es decir, me gusta y mucho, casi estoy de acuerdo con el precio, pero como aun no se ha aprobado el Reglamento Técnico de la categoría en la que quiero participar, no puedo comprarlo. Por si acaso. Y el Reglamento se aprobará en la reunión de la Comisión Técnica de la Federación de Automovilismo, allá por la primera quincena de Febrero; en otras palabras, un mes antes de la primera carrera. Más o menos.
Día D-46: El segundo candidato a copiloto dice que tampoco. Vistas desde fuera, las carreras tienen el atractivo y la emoción que les dan su colorido y su imagen de batalla aséptica, pero desde dentro se ven los esfuerzos y los largos desplazamientos para ir con prisa un viernes y regresar cansados un domingo, la dura semana de trabajo posterior, la preparación física, la tensión y el riesgo. Por eso hay bastantes más candidatos que decididos.
Han cambiado el calendario del Campeonato, con lo que ganamos una semana. Vuelven a quedar seis semanas y media. Que vienen de perlas para escoger preparador, asistencia y neumáticos, y buscar patrocinadores. Además, avanzo en la burocracia de la licencia: reconocimiento médico, prueba de esfuerzo, fotos, fotocopias, … Y en paralelo, entro en el mundo, para mí nuevo, de los blogs: paso de no tener muy claro lo que son y menos aun cómo se “compra” uno, a escoger maquetación, tipografías,…
Día D-37: Al menos le hemos puesto fecha al desenlace: el cambio de Reglamento Técnico que permitiría el Trofeo de Vehículos Históricos como me interesa se decidirá en una reunión de la Federación de Automovilismo el 9 de Febrero, por la tarde. En otras palabras, si todo sale como se prevé, tendré treinta y dos días de plazo. Los que solemos decir “si es fácil no me motiva” deberíamos aprender a callarnos.
No bajo el ritmo de los preparativos, y hoy he comido con otro candidato a copiloto. Nos ha puesto en contacto un conocido común, que ha tenido el detalle de hablar bien a cada uno del otro. Una llamada de móvil nos ha citado a comer en el punto que a ambos nos convenía, que no es el pueblo de ninguno, un lugar que apenas conozco de paso. Cuando entré en el restaurante de la cita me sorprendí al oírme decir el “Tú debes ser Javier” que utilicé como introducción, y que sonó forzadamente amable, un “Doctor Livingstone, I pressume” educadamente distante de dos desconocidos que quieren evaluar si pretenden compartir la mezcla de sacrificios y alegrías que supone una temporada de carreras.
La emoción y la frustración de meterse en el terreno para mí desconocido de los blogs se van mezclando. Algunos días traduzco en colores y formas mis ideas sobre cómo quiero comunicar este año de carreras. Otros me engancho en laberintos informáticos. También combino diversión y sacrificio en el entrenamiento físico. La nieve, el viento y la lluvia de este invierno me condenan más veces de las que me gustaría a la bicicleta estática del sótano de casa. Otras ocasiones aprovecho un hueco entre borrascas, y la bici de montaña reproduce lo que haremos en las carreras: intuir el agarre del suelo por su color o su brillo, decidir sin tiempo cómo de abierto se sale de la curva que se nos viene encima, o moderar el esfuerzo porque quedan aun muchos kilómetros por delante, y el objetivo básico es llegar de una pieza.
Día D-26: Una de mis películas favoritas es “Con la muerte en los talones”, dirigida por Alfred Hitchcock y protagonizada por el tipo más elegante que ha aparecido en una pantalla de cine: Cary Grant. En el inteligente guión, la CIA inventa un personaje, George Kaplan, para que sirva de señuelo a los malos. Para conseguirlo se toman el trabajo de reservar hoteles y billetes de avión a nombre del inexistente Sr. Kaplan, de mandar la ropa sucia del Sr. Kaplan a las lavanderías de los hoteles en los que se aloja, y hasta de simular la caspa del Sr. Kaplan en el peine que hay en el baño de la habitación del hotel que supuestamente ocupa.
Hasta la semana pasada me he sentido alimentando al George Kaplan de mi participación en el Campeonato de España de Rallyes Todoterreno. He organizado una temporada que estaba en el aire, y desarrollado mes y medio de preparación física solo por si acaso. Y buscado copiloto y preparador, y coche y licencia, y patrocinador y neumáticos. Solo por si acaso. Pero solo fue hasta la semana pasada. Porque el martes pasado se aprobó el cambio de Reglamento en la Federación, y a partir de ese punto los planes han comenzado a convertirse en realidades. El coche con el que voy a correr lleva varios días durmiendo en el garaje de casa, el domingo terminé el trabajo que tengo pendiente en él y el lunes lo llevé al preparador para que lo revise antes de la primera carrera. La licencia de piloto ha llegado esta tarde, estoy tratando con la empresa de fotografía deportiva que cubre el Campeonato para que ilustre este blog. Busco neumáticos de medidas y dibujos concretos, la reserva del hotel, el pronóstico meteorológico, el diseño del logotipo del equipo, …
Día D-14: No termino de llegar a un acuerdo con el tercer candidato a copiloto cuando me dicen que el segundo se lo está pensando de nuevo, me sugieren el nombre de un cuarto y el primero se pone en contacto conmigo. Quizá no sea lo más ético, pero juego con varias barajas a la vez porque no tener copiloto a quince días de la carrera es más que preocupante. Después de una semana frenética, Eduardo Muñoz se convierte en el copiloto del equipo, aunque nunca le he visto, simplemente he cruzado con él un par de llamadas de teléfono, y me apoyo en las buenas referencias que me dan de él.
El coche sigue en el taller, porque tiene más trabajo de lo que suponíamos, la burocracia de organización avanza, el logotipo del equipo está terminado, sus adhesivos encargados, queda un patrocinador que aun no ha dicho que no, y por primera vez creo que el trabajo hecho es tan gordo como lo que falta por hacer. Y eso me da esperanzas.
Dia D-9, 21:40 horas: Ya no son los días lo que cuento, son las horas. Las que pierdo porque un servidor informático interpreta como correo basura el pedido de adhesivos que envío a un proveedor, o la proforma del casco y los guantes que envía otro. Son las horas que gano gracias a los catálogos de los productos que necesito y que descuelgo de Internet, a las compras y los pagos en la Red, a enviar y recibir textos, fotos y planos de instalaciones eléctricas por correo electrónico.
Salgo del taller de JRx4 casi a las diez de la noche, pero al menos el coche está acabado de la parte que les corresponde, y ya con los neumáticos Cooper montados. Me gusta el tacto del coche con los nuevos reglajes de suspensión y estas ruedas, y como a estas horas hay poco tráfico camino de casa, me animo, conecto la centralita Adonis (la de los 200 CV), piso con ganas y… ¡cómo corre! A partir de 3.200 vueltas cambia el sonido del motor, por el escape sale un ruido serio, como de locomotora lanzada, y la carretera de La Coruña de repente se estrecha. Si esta es la sensación en una autopista de tres carriles, ¡qué bien nos lo vamos a pasar por las pistas retorcidas!
Día D-6, a media tarde: Esta mañana hemos hecho toda la pretemporada. No ha habido alternativa. Por un lado, el coche no estuvo listo hasta el jueves. Y por otro, en medio de este invierno desbordado de lluvia y nieve, los circuitos que conocemos y la pistas por las que podemos probar son unas veces barrizales y otras, directamente, balsas. El SMS de respuesta al último intento de alquilar un circuito ha sido descorazonador: “Terreno impracticable”. Así que hemos quedado a primera hora de la mañana a la puerta de Kobe Motor y hemos sacado partido a la burbuja inmobiliaria, porque en los alrededores de Madrid hay urbanizaciones sin terminar, deshabitadas, pero con las calles asfaltadas y con los “guardias dormidos” ya puestos, el sitio ideal para comprobar la puesta a punto de las suspensiones a falta de algo mejor. Me han ayudado a mejorar el coche no solo Edu Muñoz, mi copiloto, y Alberto Dorsch, mi asesor permanente, si no también Carlos Bravo, el copiloto de Alberto, y Julián Vera, que lleva unos cuantos Campeonatos de España de Rallyes Todo Terreno a sus espaldas. Además de trabajar en las suspensiones hemos hecho cosas tan prácticas como repasar la lista de herramientas a llevar en el coche y su ubicación, o comprobar el funcionamiento del gato en caso de pinchar cada una de las cuatro ruedas. No ha faltado el calibrado de los dos “trips” y comprobar que funciona el sistema para beber agua.
Lo que no hemos conseguido es mejorar la posición de conducción. Un Land Cruiser es grande por dentro, pero una vez que se le instalan el arco de seguridad y los asientos de carreras, más “trips” y extintores, no hay sitio para mucho, y hemos peleado en vano con la posición de los asientos. La mía es medianamente cómoda, pero Edu dice que va demasiado alto y demasiado vertical.
De regreso a casa, una parada en la gasolinera para quitar la suciedad más visible y pretemporada concluida. Ni siquiera vale la pena un lavado a fondo, porque el parte meteorológico promete más lluvia (y por tanto más barro) desde hoy hasta el día de la carrera. Y por la tarde, remato el blog y envío un correo electrónico para anunciarlo. La cuenta atrás se está acabando.
Día D-4, por la noche: Trabajo en los detalles del coche relativos a posibles incidentes, aplicando la lógica que he aprendido después de muchos años trabajando con japoneses. De este modo, pienso en el incidente, imagino qué haríamos Edu y yo como solución más sencilla en plena carrera, y actúo en consecuencia. Por ejemplo: en caso de pinchazo, cada uno se bajaría por su lado del coche en dirección al portón trasero, porque ahí están el gato y las ruedas de repuesto. Si el gato está a la izquierda, lo cogeré yo, y como va a haber barro, me hará falta una plancha de madera para apoyarlo. Busco una con la solidez necesaria y la fijo al lado izquierdo del coche, de manera que al sacarla no moleste a Edu, que en ese momento estará bajando la rueda. Si él se encarga de la rueda mientras yo subo el coche con el gato, la llave para aflojar las tuercas de las ruedas debe estar en el lado derecho del maletero. Y así con los fusibles, la eslinga con sus grilletes, los guantes de trabajo, …
Día D-3, también por la noche: El día D, el del inicio de la primera carrera, ya tiene su hora H. Hoy se han publicado las listas de inscritos y el horario de las verificaciones: seremos cincuenta entre coches y “buggies”, y ocho en nuestro Trofeo de Históricos. Tenemos el dorsal 42, y nos tocan las verificaciones administrativas a las 8:28 h y las técnicas a las 8:58 h. Habrá que madrugar.
Esta mañana han llegado los adhesivos y a estas horas, en el garaje de casa, llega la hora de colocarlos. Ya sé que lo mejor es hacerlo con luz abundante, y colocándose a la distancia adecuada del coche para ver el efecto. Pero esto es lo que hay. Por un malentendido informático tenemos los adhesivos decorativos y faltan los obligatorios según el Reglamento: los que incluyen nombres, apellidos y grupos sanguíneos de copiloto y piloto, junto a las banderas de sus países. Consigo una solución de última hora, y llegarán mañana o pasado. Pero aun a tiempo.
Trabajando aquí, en el sótano, me doy cuenta de que estamos familiarizados con el Land Cruiser de carreras. Y lo digo no solo en el sentido habitual, en el hecho de conocer el tacto del volante en las manos, del pedal del freno, o el sonido de las puertas al cerrarse. Es también que nos resulta natural tenerlo en el garaje junto a los otros coches, que me parece normal abrir la caja de herramientas y trabajar en él estando en zapatillas mientras mi hija juega a nuestro lado. Cuando el domingo salí, a primera hora de la mañana, a probarlo con Edu, Alberto Dorsch y Carlos Bravo, había bajado al garaje con una bolsa de basura en la mano. Me pareció de lo más normal dejar la bolsa detrás, entre el arco de seguridad y las ruedas de repuesto, y parar en los contenedores que hay a la salida de la colonia en la que vivo para tirar la basura. Un observador ajeno estaría atónito: domingo, lluvia, ocho y media de la mañana, un tipo vestido “de paisano” se baja de un coche de carreras, tira una bolsa en los contenedores de basura, y se monta de nuevo como quien va a comprar el pan y el periódico.
Día D-2, otra vez de noche: El Land Cruiser está preparado, listo para salir a correr. El equipaje “civil” y el de carreras ya están cargados. Mañana iré a trabajar en él y, a la salida, rumbo a Serón para la primera carrera. La cuenta atrás se acaba. Cuelgo este texto en el blog, y de repente me sobreviene el cansancio acumulado de estos treinta y dos días frenéticos, siento como si me hubieran colocado un abrigo de plomo sobre los hombros que me fijara a la silla, me puede el peso del sueño en los ojos. En un mes he recurrido a todo lo que sé sobre organización de proyectos y gestión del tiempo, sobre establecimiento de prioridades y análisis de alternativas. He desgastado teléfonos fijos y móviles, correos electrónicos e Internet, hecho y deshecho planes. Y ahora que tengo el Land Cruiser listo en el garaje, revisado y decorado, la inscripción admitida, la maleta preparada y el blog funcionando, me pesa el cuerpo y el cerebro me dice que todo esto estaba destinado a hacer lo que todavía ni he comenzado: disfrutar conduciendo un coche. Mañana iré otra vez a la oficina en el KDJ95, pero en esta ocasión el motivo será diferente, y el objetivo final estará más cerca.


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