Existe una mitología respecto a los coches de carreras, que nos hace pensar en ellos como artefactos técnicamente complejos, manejados por técnicos con bata blanca y guantes, en instalaciones pulcras y catedralicias. Lo que viene a continuación desmiente lo anterior:
No diré a qué hora me levanté, solo que poco después de las seis de la mañana cogía el metro en la estación de Barajas, justo la estación anterior a la T-4, con mucho frío y un billete de avión conseguido con los puntos de la tarjeta Iberia Plus. ¿Y por qué el metro? Porque los precios del aparcamiento de la T-4 son abusivos, y el metro solo cuesta dos Euros. A media mañana, y bajo una ola de frío que dejó al Levante español muy poco por encima de cero grados, estaba en Vera (Almería) probando el coche que me interesaba. O al menos ponía cara de que era capaz, una vez metido entre la jaula de tubos, de opinar sobre el comportamiento, las prestaciones, el estado y los reglajes de un coche de carreras que me superaba por mucho. De vuelta a Vera entramos en calor tomando café en un bar, mientras negociábamos las condiciones de la compra. Y tras un apretón de manos, me metí en mi coche. Mi coche.
Hasta casa había más de seiscientos kilómetros, que hice en unas condiciones que hace falta detallar. Los todoterreno actuales, como un Toyota Land Cruiser Serie 90, son vehículos muy cómodos, amplios, estupendos para viajar. Pero si son de carreras no tienen radio. Y como les han quitado los tapizados interiores y el insonorizante, el ruido interior es elevado.
Los neumáticos que lleva el coche son de carreras, tan de carreras que en el flanco pone claramente “For competition purpose only / Utilisation competition exclusivement” y además se comportan especialmente mal con asfalto frío y mojado. Y acabo de decir que estábamos sufriendo una ola de frío, y entre Vera y Madrid el poco rato que dejaba de llover era porque nevaba. De modo que rodaba, más que aburrido, entre 100 y 110 Km/h de marcador y en un estado intermedio entre la precaución y el miedo. Menos mal que la calefacción funcionaba estupendamente.
A la vez me dedicada a comprobar el funcionamiento de los mandos, el tacto del motor y el cambio, o el tarado de las suspensiones. Cuando un vehículo lleva suspensiones demasiado duras, se suele decir que al coger un bache “se te salen los empastes”. Vale, es una exageración bastante gráfica, pero en este caso no se aleja mucho de la realidad: cada vez que pasaba por un parche o pisaba una junta de dilatación, me vibraban los carrillos. Y estando delgado, es un buen parámetro para deducir que las suspensiones iban demasiado duras.
Una vez en casa, a la mañana siguiente me dediqué a la limpieza, por la sencilla razón de que no aguanto los coches sucios por dentro, sean para pasear, viajar o correr. De modo que cogí aspirador, limpiacristales, balletas, gamuzas, cubos de agua y otros elementos técnicamente avanzados como Fairy y Centella, más el resto de accesorios necesarios para estas funciones y me dediqué a dejarlo por dentro como una patena.
Y solo después de eso arranqué con la mecánica elemental: niveles y presiones, fijar mejor algunos cables, etc. Al final, una lista con lo más complicado para que lo hagan en JR x 4 Competición, y esa parte del trabajo estaba concluida.
No faltaba más que llevarlo al taller, y lo más sencillo era ir el lunes a la oficina en el coche, y dejárselo al salir. En otras palabras, con traje, corbata y zapatos “de bonito” meterse en el “bacquet”, atarse los arneses y sumergirse en el atasco de un lunes de lluvia. Cosas de las carreras.
Qué alegría, ¡ojalá tengas una estupenda experiencia en esta nueva etapa de carreras!… Quedes como quedes en las clasificaciones, seguro que lo pasas muy bien y además, nos lo harás disfrutar a todos con los comentarios del blog. Mucha suerte y que la fuerza te acompañe!!!
Ánimo Luis carlos, si le pones la mitad de empeño del que le pones a todas las cosas que haces, tienes podio asegurado.
Un saludo